La primera preocupación del soberano al tomar la Ciudad de Sevilla fue hacerla cristiana, no sólo por que fuese venerado el Rey de todo lo creado, sino para, como diría el mismo Plutarco:
En el hacer de las leyes, lo primero y más importante es la opinión de los dioses, y antes se podrá fundar una ciudad en el aire y sin suelo, que gobernarla bien sin religión.
Resuelto el aspecto eclesiástico sevillano, se dedicó a organizar el gobierno político municipal de la ciudad, teniendo en cuenta que estaba constituida por gentes que profesaban tres credos: cristianos, moros y judíos. Esto tres grupos pudieron vivir unidos gracias a la política de adaptación impuesta por el Rey.
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