Iconografía Clásica de San Fernando


La forma de representar al Rey Santo quedó fijada tras la canonización del mismo en el año 1671. En esa  iconofrafía clásica se presenta a San Fernando barbado, con el cabello largo, armadura de gala a la usanza de la corte de Felipe II, casi siempre  con gola en el cuello y a veces puños almidonados en las mangas, calzas acuchilladas y medias. Su condición real viene señalada por la capa revista de armiño, con esclavina y la corona generalmente completa. En cuanto al resto de atributos, aparecen casi siempre todos juntos o en distintas combinaciones el orbe cristiano, ya sea sotenido o cerca de su figura, su espada Lobera que lo identificaba como Rey Guerrero y Conquistador y también, aunque menos frecuentemente, el cetro, así como el pergamino, para señaladar su condición de Rey Legislador.

Por tradición se ha señaldao como creador de esta iconografía clásica al pintor barroco, Bartolomé Esteban Murillo (1611-1682), que realizó numerosas obras de temática fernandina. De entre estas obras podemos destacar el conocido retrato realizado para la Catedral de Sevilla en 1671 con motivo de la Canonización, así como el cuadro de pequeño formato que representa al Rey Santo arrodillado, en actitud orante, propiedad del Museo del Prado. Sin embargo por las mismas fechas encontramos diversas representaciones muy parecidas salidas de otro gran pintor de la generación, Juan Valdés Leal (1622-1690), cabe destacar el magnífico cuadro que pintó para la Catedral de Jaén en 1673, donde se muestra a San Fernando en una representación apoteósica que rivaliza con los retratos de Murillo, repitiendo la misma iconografía.

En el ámbito de la escultura, siempre se ha señalado como la primera gran representación del Rey San Fernando destinado al culto, es decir, cocebida como imagen devocional la fantástica efigie que realizara el imaginero hispalense Pedro roldán (1624-1699), por encargo del Cabildo de la Catedral de Sevilla para las efemérides de la Canonización. Dicha talla se custodia en el Tesoro de la Sede Sevillana y participa en la procesión del Corpus y curiosamente fue policromada por Valdés Leal.

Tanto esta obra, como las numerosas variantes que Roldán realizaría en años siguientes, así comolas primeras imágenes del Rey Santo que irán apareciendo desde essa fecha por toda Andalucía, repite la iconografía clásica fernandina. En Castilla y León se ha documentado la producción del imaginero vallisoletano Alonso de Rozas (1625-1681) que en 1671, realiza dos imágenes de San Fernando para dos retablos de las catedrales de Palencia y Valladolid. ambas prácticamente idénticas entre sí, pero además reflejan la misma concepción que las obras de Pedro Roldán.

Esta homogeneidad iconográfica, tiene una explicación. Si tantos escultores y pintores, de diversas ciudades y regiones sin contacto entre ellos en muchos de los casos, están creando al mismo tiempo tantas representaciones del Rey Santo tan parecidas entre sí es porque, de manera directa o indirecta, se remiten a una fuente original que es común a todos ellos. Efectivamente, en Sevilla hay dos obras anteriores a la canonización en las que se aprecia la iconografía fernandina clásica.

La más conocidad de ellas es el lienzo conservado en el Ayuntamiento de Sevilla, del pintor Flamenco ignacio de Ries (1612-1661) que debió pintarlo entre entre 1650 y 1660. Menos conocido, pero interesante, por su cronología es una pintura de pequeño formato, realizada sobre lámina de cobre por Francisco Pacheco (15641644) en torno al año 1634, ubicada en trascoro de la Catedral y queda reflejado con todos los elementos de la iconografía clásica fernandina. ¿Es entonces Pacheco el padre de la iconografía clásica fernandina?

La respuesta se encuentra en el cuadro de Ignacio Ries, que está basado en una estamà realizada en Roma en el año 1630 y por tanto antes de la obra de Pacheco. Su ator fue el grabador Francés Claude Audram (1597-1675), a quien se debe esta primera imagen oficial de Fernando III de Castilla como Santo. Parece que pretendía crear una representación modélica del mismo, que le diera a su figura un aire antiguo pero que no desentonase con los gustos estéticos del primer Barroco. De ahí que eligiera como atuendo la armadura de gala de la centuria anterior, así como algunos elementos de la vestimenta del Siglo  SXVI que ya no estaban de moda, como la gola. De hecho era un recuerso muy habitual para representar a personajes de la Edad Media, e incluso de la Antiguedad.

Esta estampa aparece por primera en la edición romana del libro del jesuita Juan de Pineda (1558-1637), Titulado  Memorial de la Excelencia, Santidad y Virtudes Heroñicos de Don Fernando III Rey de Castilla y León. Dicha obra fue la que acompañó al primer expediente de canonización que enviaría a Roma el Cabildo de la seo Hispalense en 1628.

Fuente: Adrián López Álvarez.

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