La nueva imagen del Rey San Fernando bendecida hace una semana presenta un orbe, que ha sido realizado por la licenciada de Bellas Artes y profesora del Santiago Grisolía de Cuenca, inspirado en el traje de Castillos y Leones de la Reina Isabel II y que ella donó a la Virgen de los Reyes como manto y saya de salida, a continuación te contamos la historia de dicho manto.
De los mantos de salida de la patrona de Sevilla, existe uno que atesora una historia material anterior a formar parte del ajuar de la Señora. Un lujoso y simbólico vestido reformado que pasó de ser un icono de la corte madrileña, a vestir a la que es Reina de reyes. Hablamos del manto blanco de los Castillos y Leones.
Isabel II profesó una devoción especial a la Virgen de los Reyes, a la que pudo
visitar por primera vez en 1862, aunque ya la conocía anteriormente gracias a su hermana María Luisa Fernanda, Duquesa de Montpensier, que desde 1848 estableció su residencia en Sevilla junto con su esposo Antonio María de Orleans.
Según los libros de la Capilla Real, sabemos que en el octavo mes de sus embarazos, tenía por costumbre solicitar al Cabildo Catedral el ofrecimiento de una Eucaristía, para rogar por el buen transcurso de sus partos. A las plantas de la Patrona acudió a rezar en varias ocasiones durante los años 1876, 1877, 1882, 1884 y finalmente en 1887; cuando algunos de sus allegados aseguraron haberla visto llorar delante de la Virgen de los Reyes recordando a su hijo Alfonso XII, que por aquel entonces ya había fallecido.
Esta devoción a la Patrona quedó atestiguada también en ofrendas materiales. Durante su destierro en París, y pese a su precaria situación económica, volvió a Sevilla en 1884 para regalar a la Señora el terno blanco llamado “de los castillos y leones”. La Virgen lo estrenó en la siguiente visita de la reina, el 19 de abril del mismo año, por expreso deseo suyo. Se trata de un conjunto compuesto de manto, saya, pantalón, chalequillo y capa; confeccionado sobre soporte de raso de seda blanco con bordados en oro, aprovechados de uno de los vestidos de gala de la propia reina. El traje original, de estilo romántico, constaba de corpiño con amplio escote, mangas a la pagoda con largo desboque en el antebrazo, doble falda y manto de cola.
Con total probabilidad, se trata de la ropa que la reina estrenó en la apertura de las Cortes, el 10 de enero de 1858. Fue descrita por la prensa del momento como un vestido de raso blanco bordado en oro, con manto a juego, cuyo dibujo -el del manto- lo componía un castillo y un león que se destacaban en el centro de un lindísimo adorno gótico, sobre fondo salpicado de flores de lis.
En el museo del Romanticismo de Madrid se encuentra una fotografía de Isabel II tomada en torno a 1860 por Jean Laurent, el fotógrafo de la reina que inmortalizó también la corona de las águilas de la Virgen de los Reyes, en la que aparece con este imponente vestido de corte cuya ornamentación estaba formada por castillos y leones rampantes, alternados entre columnas y orlas vegetales de inspiración gótica. El traje constituye el contenido simbólico de la fotografía y refuerza la visión de autoridad y majestad de la reina. Este tipo de imágenes en formato de tarjeta de visita, fueron habitualmente coleccionadas por la aristocracia y la burguesía de la época, por lo que la casa real las utilizó como medio de difusión y propaganda política.
Las artífices de la prenda fueron las hermanas Gilart, unas afamadas bordadoras mallorquinas, nacidas en la localidad de Felanitx, que trabajaron en el segundo tercio del siglo XIX en Madrid, para la corte de la reina Isabel II de España, y cuyo apellido se convirtió en sinónimo de calidad dentro del arte textil. Prueba de ello son los ajuares bordados que la soberana regaló a la Virgen de los Reyes, y otras imágenes devocionales como la Virgen de Atocha (Madrid), Virgen de las Angustias (Granada) o la Virgen de la Fuensanta (Murcia).
Las cinco hermanas (Magdalena Catalina, Ana María Josefa, Rosa María, Rita y Margarita) tuvieron el taller en el Palacio Real de Madrid a las órdenes de Mauricio Mon Hernández. En 1845, Rosa María Gilart estableció su propio obrador en la madrileña calle Jacometrezo, siendo la que más destacó en su carrera como bordadora, pese a que sus hermanas, especialmente Margarita, la ayudaron en la ejecución de los muchos encargos que atendía.
El manto blanco es el más corto de los cinco que se reservan para la salida procesional de la Virgen, puesto que su confección y adaptación a la imagen estuvo condicionada por sus dimensiones primigenias. Posee un marcado contenido simbólico, tanto por lo arraigado de sus elementos ornamentales con la historia de España, como por el matiz mariano-concepcionista que estos símbolos heráldicos adquirieron tras ser incluidos en el diseño del manto de la Real y Distinguida Orden de Carlos III, fundada por el propio rey en 1771, bajo el patronazgo de la Inmaculada Concepción.
La Virgen de los Reyes ha lucido el terno de los castillos y leones en algunas celebraciones especiales, como el recorrido extraordinario del 15 de agosto de 1936, la procesión triunfal del 19 de abril de 1939 con motivo del final de la Guerra Civil, la visita de San Juan Pablo II a Sevilla en 1982, la procesión del L aniversario de la proclamación del patronazgo sobre Sevilla y su Archidiócesis el 24 de noviembre de 1996 y la celebración de la novena de 2011, entre otras.