- EL PROCESO DE BEATIFICACIÓN: LA MONARQUÍA SANTIFICADA (1624-1669) En el año 1535 el historiador Luis de Peraza en su historia de la ciudad hispalense y tras relatar la santa vida de su reconquistador Fernando III se lamentaba de forma dolorida: “… y cuasi atónito, ciego y no bien acordado, estoy maravillado de la ingratitud de los sevillanos teniendo un nuevo patrón y tal abogado, habiendo en breve tiempo tantos milagros por su intersección Nuestro Señor mostrado, no haver sido para suplicar a Su Santidad su canonización”.
Aún entendiendo las quejas del ilustre analista parece ser que ya en 1511 Fray Hernando de Córdoba presentó ante el rey Fernando de Aragón la atinada propuesta de levantar súplica ante la Santa Sede para alcanzar la canonización del glorioso monarca aunque tan acertada propuesta no se convirtió en realidad.
Es plenamente aceptado que en 1622 la subida con la categoría de santos a los altares de los españoles Ignacio de Loyola, Isidro Labrador, Francisco Javier y Teresa de Jesús y del italiano relacionado con España Felipe Neri, sirvió de fuerte estímulo en la conciencia espiritual de los sevillanos con el fin de abrir el camino de los altares a su rey conquistador.
El 13 de enero de 1624 el procurador por Sevilla don Juan Ramírez Guzmán presentó ante las Cortes una proposición, redactada también por Félix Escudero de Espinosa, por la que se solicitaban las oportunas diligencias para incoar el proceso de beatificación del “mayor y mas glorioso rey en santidad, milagros, victorias y proezas que la christiandad ha tenido”. Los miembros de las cortes tuvieron a bien la aceptación de la idea e incluso se nombró una comisión que hiciera partícipe de la misma al rey Felipe IV.
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