Y llega el día 4 de diciembre, terminado el oficio del coro, a las diez de la mañana
marcharon a la basílica los tres prelados y el arzobispo Espinola, acompañados por el Cabildo Metropolitano. Al llegar y revestidos, se procedió antes de comenzar la Santa Misa por el Primado a bendecir las coronas. El cardenal de Toledo fue asistido en este acto litúrgico de diácono y subdiácono por los canónigos. La orquesta fue dirigida por el maestro de Capilla, siendo puesta la nueva misa que dicho maestro compuso expresamente para la ceremonia.
Terminada la misa, y previo el acto de la coronación, el señor arzobispo de Sevilla dio lectura del telegrama enviado por el monarca, comunicando la grata noticia el indulto de Miguel Molina, ya que esta misiva se consideró justamente un acto de culto a la Virgen de los Reyes, salvadora de la vida del delincuente, y todos prodigaban elogiosa la clemencia y piedad del rey.
El telegrama fue depositado en las manos de la Virgen, que esta vez no llevaba anillos, como única joya llevaba el comunicado, que simbolizaba una vida.
A continuación el Cardenal, subió por unas gradas situadas detrás de las andas de la Virgen, y recibiendo en sus manos la más pequeña de las coronas, leídas las preces de ritual, colocó sobre las sienes del Niño y la Virgen las preseas.
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