La imagen de la Virgen de la Sede es una de las joyas de la Catedral de Sevilla. Se encuentra en el centro del Retablo Mayor, más arriba del gran sagrario. Es una imagen de la Virgen que, según la tradición era especialmente venerada por San Fernando, que la tuvo en el campamento durante el asedio de Sevilla. Más tarde presidió la procesión triunfal de entrada en la capital después de la conquista, y presidió la iglesia que sustituyó a la mezquita que luego se convirtió en la Catedral.
Es una imagen de la Escuela de Reims (de 1’21 m. de altura) del siglo XIII, que está hecha de madera de ciprés, y recubierta de planchas de plata en su color. La Virgen está sentada y tiene al Niño sobre su pierna izquierda, a la vez que lo sostiene con su mano; en la mano derecha tiene una flor simbólica de plata.
La serenidad acogedora de los rostros de la Madre y del Hijo es impresionante. No es extraño que tanto San Fernando, como su hijo Alfonso X el Sabio, estuvieran prendados de esta imagen. Por eso le dieron un lugar preferente en sus primeros años en Sevilla, y pasó más tarde a presidir un lugar central en el gran retablo mayor de la Catedral.
En la expresión de la Virgen y del Niño se aprecia un comienzo de sonrisa iniciada, comparable con los rostros de las mejores imágenes budistas del siglo VII en Japón: es una simple coincidencia, pero este gesto las acerca más al espectador, y es propio de la sonrisa iniciada en las imágenes de este tiempo.
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