Como consecuencia de una orden de Carlos II al clero español recomendando que rindiese culto a San Fernando, el cabildo de la catedral de Jaén -realizada a raíz de la coronación del Santo Rey- consideró la construcción de un retablo integrado por pinturas sobre la vida del santo. Corría el mes de abril de 1673 y dos canónigos se trasladaron a Madrid y Sevilla para buscar "lo mejor de los artistas de la pintura". Valdés Leal será el encargado de la realización del gran lienzo que hoy preside el retablo.Fernando III era hijo de Alfonso IX de León y de Berenguela, hija de Alfonso VIII de Castilla por lo que en 1230 se unificaron definitivamente los reinos de Castilla y León. Se interesó especialmente por continuar la Reconquista y conquistó Córdoba (1236), Jaén (1246) y Sevilla (1248) mientras que su hijo Alfonso -conocido como el Sabio- tomaba Murcia en su nombre. Don Fernando sería canonizado en 1671 por el papa Clemente X, celebrándose su fiesta el 30 de mayo, día de su muerte en el año 1252.Valdés Leal presenta la figura del monarca al aire libre, en pie sobre un estrado, quedando a sus espaldas un amplio paisaje que permite contemplar una vista imaginaria de la ciudad de Jaén, coronada por el castillo. A los pies del santo encontramos turbantes y pertrechos militares de los musulmanes que murieron durante la conquista de la ciudad. Viste a la moda real del siglo XVII, con una espléndida coraza rematada con una gola, calzón corto y medias blancas, cubriéndose con un soberbio manto de armiño cuyo exterior tiene bordadas las armas de Castilla. En la mano derecha lleva la espada que eleva al cielo y en la izquierda porta una bola del mundo que simboliza su misión conquistadora y gobernadora. Dirige su mirada hacia el cielo donde aparece un rompimiento de Gloria con un buen número de angelitos que arrojan rosas sobre su cabeza y portan el escudo de Castilla y León, palmas y coronas de laurel. La escena goza de gran teatralidad, creando Valdés Leal un prototipo apoteósico que rivaliza con las imágenes del santo pintadas por Murillo o Herrera el Mozo.
lunes, 3 de enero de 2022
Iconografía Clásica del Rey San Fernando. Valdés Leal.
Como consecuencia de una orden de Carlos II al clero español recomendando que rindiese culto a San Fernando, el cabildo de la catedral de Jaén -realizada a raíz de la coronación del Santo Rey- consideró la construcción de un retablo integrado por pinturas sobre la vida del santo. Corría el mes de abril de 1673 y dos canónigos se trasladaron a Madrid y Sevilla para buscar "lo mejor de los artistas de la pintura". Valdés Leal será el encargado de la realización del gran lienzo que hoy preside el retablo.Fernando III era hijo de Alfonso IX de León y de Berenguela, hija de Alfonso VIII de Castilla por lo que en 1230 se unificaron definitivamente los reinos de Castilla y León. Se interesó especialmente por continuar la Reconquista y conquistó Córdoba (1236), Jaén (1246) y Sevilla (1248) mientras que su hijo Alfonso -conocido como el Sabio- tomaba Murcia en su nombre. Don Fernando sería canonizado en 1671 por el papa Clemente X, celebrándose su fiesta el 30 de mayo, día de su muerte en el año 1252.Valdés Leal presenta la figura del monarca al aire libre, en pie sobre un estrado, quedando a sus espaldas un amplio paisaje que permite contemplar una vista imaginaria de la ciudad de Jaén, coronada por el castillo. A los pies del santo encontramos turbantes y pertrechos militares de los musulmanes que murieron durante la conquista de la ciudad. Viste a la moda real del siglo XVII, con una espléndida coraza rematada con una gola, calzón corto y medias blancas, cubriéndose con un soberbio manto de armiño cuyo exterior tiene bordadas las armas de Castilla. En la mano derecha lleva la espada que eleva al cielo y en la izquierda porta una bola del mundo que simboliza su misión conquistadora y gobernadora. Dirige su mirada hacia el cielo donde aparece un rompimiento de Gloria con un buen número de angelitos que arrojan rosas sobre su cabeza y portan el escudo de Castilla y León, palmas y coronas de laurel. La escena goza de gran teatralidad, creando Valdés Leal un prototipo apoteósico que rivaliza con las imágenes del santo pintadas por Murillo o Herrera el Mozo.
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