No es de extrañar que por estar excepcionales gracias de Nuestra Señora, corriera la leyenda que estando el monarca en el cerco de Sevilla, expresara su deseo de poseer una imagen de Santa María. Solicitó recursos de notables escultores para llevar a la realidad la imagen, y habiendo labrado varias no las encontró como el modelo apropiado de tan soberana Reina. Un buen día aparecieron en el campamento dos esbeltos mancebos, que eran sabedores de su pensamiento y les dieron a conocer que eran maestro en el arte de la imaginería, viniendo a ofrecerse para llevar a cabo la idea de concebir la reproducción adecuada de la Virgen María. Pidieron se les facilitaran las maderas y herramientas necesarias y se les diese un local apartado para que nadie les incomodara, como así las viandas para su mantenimiento en los días que iban a estar encerrados en su trabajo.
En una torre llamada de Hebreros se recogieron y pasando unos días el rey mando a un familiar para que le diera a conocer como llevaban el trabajo. Entrando en el adaptado taller se encontraron en el centro con una bella imagen de su gloriosa maternidad y realeza. Dando noticia de ello al monarca, éste fue presto al lugar y nada más verla la veneraría, y preguntando dónde se encontraban los artífices, supo que éstos eran unos ángeles enviados del cielo.
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