Cuenta la leyenda que el rey Fernando III tuvo una visión de la Virgen el día
anterior a la toma de Sevilla. En la aparición, el rey vio a la Virgen sentada con su hijo en brazos y le dijo: «Fernando, por tu gran piedad, yo te prometo que habrás de conquistar Sevilla».
Cuando el rey San Fernando era pequeño, padecía una grave enfermedad a la que se le daba poca solución. Su madre, de nombre Berenguela, llevó a su hijo al Monasterio de Oña en Burgos. Allí, le realizó una novena a la Santísima Virgen, lo que hizo tener una milagrosa recuperación al Santo.
Desde entonces nació una leyenda, el rey pidió en Sevilla elaborar una talla de la Virgen. La encargó a varios escultores pero todas ellas fueron rechazadas. Algunas siguen estando en la ciudad, recibiendo culto en templos.
Al no encontrar la adecuada, un día aparecieron dos mancebos, ambos decían estar cualificados para tallar la virgen deseada por San Fernando. Les dio las herramientas necesarias, los materiales y cobijo en la llamada torre de los Herberos.
El rey envió a unos familiares a comprobar el estado de la imagen. Al comprobarlo, hicieron que San Fernando fuera a visitarla, quedó tan prendado que preguntó quiénes eran sus artífices, supo que eran dos ángeles del cielo.
Seguidamente, ordenó su traslado hasta una tienda de Tablada, la que después se convirtió en la ermita de San Sebastián.
Otra de las teorías de su creación apunta a la realización de escultores germanos, mandado hacerla por el rey castellano y enviando al emperador Federico II para ser llevada a un lugar privilegiado del campamento real de Sevilla.
También se piensa que es un regalo de Luis IX de Francia a San Fernando y otros autores indican que los que acompañan al rey se encontraron reproducciones fernandinas como la de las Aguas del Salvador, los Sastres o la de San Clemente.
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