jueves, 21 de octubre de 2021

Iconografía Clásica de San Fernando. Capítulo 5.

 


Esta homogeneidad iconográfica, tiene una explicación. Si tantos escultores y pintores, de diversas ciudades y regiones sin contacto entre ellos en muchos de los casos, están creando al mismo tiempo tantas representaciones del Rey Santo tan parecidas entre sí es porque, de manera directa o indirecta, se remiten a una fuente original que es común a todos ellos. Efectivamente, en Sevilla hay dos obras anteriores a la canonización en las que se aprecia la iconografía fernandina clásica.

La más conocida de ellas es el lienzo conservado en el Ayuntamiento de Sevilla, del pintor Flamenco ignacio de Ries (1612-1661) que debió pintarlo entre entre 1650 y 1660. Menos conocido, pero interesante, por su cronología es una pintura de pequeño formato, realizada sobre lámina de cobre por Francisco Pacheco (15641644) en torno al año 1634, ubicada en trascoro de la Catedral y queda reflejado con todos los elementos de la iconografía clásica fernandina. ¿Es entonces Pacheco el padre de la iconografía clásica fernandina?

La respuesta se encuentra en el cuadro de Ignacio Ries, que está basado en una

estamà realizada en Roma en el año 1630 y por tanto antes de la obra de Pacheco. Su ator fue el grabador Francés Claude Audram (1597-1675), a quien se debe esta primera imagen oficial de Fernando III de Castilla como Santo. Parece que pretendía crear una representación modélica del mismo, que le diera a su figura un aire antiguo pero que no desentonase con los gustos estéticos del primer Barroco. De ahí que eligiera como atuendo la armadura de gala de la centuria anterior, así como algunos elementos de la vestimenta del Siglo SXVI que ya no estaban de moda, como la gola. De hecho era un recuerso muy habitual para representar a personajes de la Edad Media, e incluso de la Antiguedad.

Esta estampa aparece por primera en la edición romana del libro del jesuita Juan de Pineda (1558-1637), Titulado Memorial de la Excelencia, Santidad y Virtudes Honorificos de Don Fernando III Rey de Castilla y León. Dicha obra fue la que acompañó al primer expediente de canonización que enviaría a Roma el Cabildo de la seo Hispalense en 1628.

Fuente: Adrián López Álvarez.

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