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domingo, 15 de agosto de 2021

Historia de la Devoción a la Virgen de los Reyes.


Poco antes de conquistar Sevilla, el rey Fernando III el Santo estaba rezando en el campamento de Tablada, se adormeció y tuvo una visión de la Virgen con el Niño en brazos que le decía:


– Yo te prometo que conquistarás Sevilla.

Al despertar le contó la visión a su capellán, el obispo Don Remondo. Al poco tiempo se cumplió lo prometido por la Virgen y el rey, en sus continuas oraciones, se acordaba de aquella imagen que vio mientras dormía. Para no olvidarla, pidió a los escultores que la esculpieran, pero ninguno supo reproducirla exactamente.

Hubo un día que tres jóvenes vestidos de peregrino llegaron al Alcázar provenientes de Alemania. Eran escultores en su ruta de perfeccionamiento y, tras recorrer el país germano y Francia, llegaban a estas tierras para mostrar su arte y aprender de las obras que aquí se hacían.

El rey Fernando les ofreció lo que quisieran y ellos contestaron que simplemente querían hacerle un regalo por su gran acogida. Le quisieron regalar la talla de una Virgen para alguna de sus capillas. El rey aceptó y les ofreció cuantos materiales necesitaran, pero ellos dijeron que no necesitaban nada, solamente un salón donde pudieran trabajar sin ser vistos y sin que nadie los molestara.

Cuando los tres jóvenes estaban a su labor, una criada se asomó a ver cómo trabajaban y se asombró al contemplar que ninguno tallaba, sino que se encontraban cantando plegarias en medio de un gran resplandor. Corriendo fue a contárselo al Rey.

San Fernando fue a comprobarlo por sí mismo, pero cuando se acercó vio sobre la mesa que se les había prestado para trabajar, la talla de la Virgen que en sueños había visto día antes. Los jóvenes escultores habían desaparecido, allí no estaban y no había otra puerta por donde pudieran haber salido. Se dio cuenta el Rey en aquel momento que esos tres chicos eran ángeles y que le habían dejado allí la Virgen como regalo divino. Los centinelas confirmaron que nadie había salido del Alcázar y los escultores sevillanos certificaron que era imposible haber tallado aquella imagen en tan poco tiempo.

Así también lo declaró el obispo Don Remondo y, considerándolo un milagro, ordenó que se colocara la imagen en la Capilla del Alcázar con el nombre de Nuestra Señora de los Reyes.

En agradecimiento a Dios, el rey mandó construir sobre la mezquita de Sevilla el mayor templo católico de la Cristiandad. En su testamento dejó escrito que deseaba estar sepultado a los pies de la Virgen de los Reyes, así encontramos que la Virgen pasó a la catedral, instalándola en el altar de la Capilla Real donde San Fernando tiene su túmulo. Allí sería enterrado, tras su muerte el 30 de mayo de 1252. Y allí reposan, desde entonces, sus restos incorruptos, en una urna de plata que está considerada la obra más relevante de la orfebrería barroca sevillana, labrada por Laureano de Pina, que se abre el día de su festividad cada 30 de mayo, para que los sevillanos acudan a rendir pleitesía al Rey Santo que recuperó su ciudad del yugo musulmán y que, además, trajo consigo a su protectora, Patrona de la Archidiócesis, la Virgen de los Reyes.



Se trata de una imagen realizada a tamaño natural (176 centímetros). Su autor es anónimo, estando fechada su ejecución en la primera mitad del siglo XIII . Esta imagen se realizó con madera de alerce, cuyas fracciones y modelado es de estilo gótico y estando atribuida a la escuela francesa, lo que ha llevado a pensar que fue donada por Luis IX de Francia a su primo hermano Fernando III de Castilla.​ Es una escultura totalmente articulada en cuello, brazos, piernas y torso, originalmente la imagen podía levantarse y bendecir al pueblo. Su posición es sedente.​

Su cabeza está enriquecida con cabellos de hilo de oro trenzado, no siendo visibles por la vestimenta.​1 Sobre su lecho sostiene una imagen del Niño Jesús, realizada también en el siglo XIII, de 60 centímetros de altura. La Virgen normalmente porta como aderezos el bastón de mando del Ayuntamiento, la medalla de la ciudad y el fajín de capitán general.

Su fiesta se celebra en la ciudad en el mes de agosto. Aunque el día grande es el día 15, festividad de la Asunción de la Virgen María, los actos religiosos se prolongan desde el 4 hasta el 22 de agosto, comenzando con el primer besamanos, los días 4 y 5.​

Desde el día 6 hasta el 14 tiene lugar el novenario y sus respectivas liturgias, y al día siguiente a las 8 de la mañana tiene lugar la salida en procesión, recorriendo las calles adyacentes a la catedral: plaza de la Virgen de los Reyes, calle Placentines, Alemanes, Constitución, fray Ceferino González, plaza del Triunfo y nuevamente plaza de la Virgen de los Reyes. Este recorrido fue establecido en el año 1958 por el cardenal José María Bueno Monreal, pues hasta entonces se reducía desde la puerta de Palos hasta la de San Miguel. La imagen realiza tres giros sobre sí misma durante la procesión, que se compone de un amplio cortejo formado por las autoridades civiles y militares de la ciudad, junto a los miembros de la asociación y el clero diocesano. Una vez finalizada la procesión, el paso de la Virgen es colocado delante del altar del Jubileo, donde el arzobispo celebra una solemne pontifical, y tras ello, es trasladada a su capilla.​

Es de destacar la cantidad de peregrinos que desde pueblos del Aljarafe recorren durante la madrugada hasta llegar a la Catedral, donde a partir de las 5:30 se celebran misas. Finalmente, el día 15 de agosto comienza la infraoctava de la Asunción, celebrada ante la imagen situada en su paso de palio, que se prolonga hasta el día 22, en que la imagen es colocada de nuevo en su retablo. Antes de volver a su retablo, vuelve a exponerse en Besamanos los días 20 y 21, y el día 22 se abre la urna de San Fernando.

La imagen fue coronada canónicamente el 4 de diciembre de 1904, siendo la primera imagen mariana en tener esta distinción en Andalucía. El acto se llevó a cabo en la catedral de Sevilla por el cardenal Ciriaco María Sancha, arzobispo de Toledo y primado de España, siendo aprobada previamente por la reverenda fábrica de San Pedro. Cabe destacar que curiosamente la patrona de Sevilla es la única imagen mariana en Sevilla que no ha sido coronada por un cardenal o arzobispo de Sevilla y tampoco tuvo madrinas ni padrinos para tal ocasión.

En el año 1939 se le concedieron honores de capitán general.

El 15 de agosto de 1946 se le otorgó el patronato general de la ciudad, siendo

arzobispo de Sevilla el cardenal Pedro Segura y Sáenz. El papa Pío XII la proclamó dicho día por el breve pontificio Quam fervida patrona general y principal de Sevilla y su archidiócesis. El 24 de noviembre de ese mismo año fue llevada en solemne procesión magna al Ayuntamiento de Sevilla para dar a conocer la proclamación de su patronazgo general sobre Sevilla, en dicha procesión la acompañaron la Virgen del Pilar, la Amargura, la Virgen del Valle, Nuestra Señora de Todos los Santos, la Virgen del Amparo y la Virgen de la Esperanza Macarena en sus respectivos pasos.

Por otro lado la Sagrada Congregación de Ritos el 25 de junio de 1947 instituye la festividad litúrgica propia de Nuestra Señora de los Reyes, patrona principal de Sevilla el 7 de agosto con rito doble de primera clase, con octava común.​

En 1958 le es impuesta la Medalla de Oro de la ciudad de Sevilla, siendo la primera imagen que la recibe en la ciudad.

En su visita a la ciudad en el año 1982, el papa Juan Pablo II recorrió la catedral. A un lado del altar mayor fue colocada la Virgen de los Reyes en su paso de salida. El sumo pontífice oró ante la patrona en la catedral.

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